Niñacaos
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Hola,
he visto este hilo y voy a contar un poco mi experiencia por si pudiera servir de ayuda. Comencé con anorexia cuando tenía 10 años. A esa edad tuve mi primer ingreso, se me paralizó el crecimiento y el desarrollo. Todo vino a raíz de una fuerte gastroenteritis que me hizo bajar 7 kilos de golpe. Por aquellas yo ya había comenzado a desarrollarme (a edad muy temprana) y yo odiaba aquello. No me gustaba tener pechos. Me gustaba mucho jugar al fútbol y pensaba que los niños no me iban a dejar jugar cuando notaran tan abiertamente que yo era chica (jugar al fútbol y que me respetaran era una lucha constante). Como vi que al adelgazar mi desarrollo se había paralizado, quise mantenerme en ese peso y sabía que para lograrlo no debía comer. Pero se me fué de las manos. Los psicólogos me culpabilizaban y trataban como a una niña caprichosa que había decidido simplemente no comer para llamar la atención. Gracias a mi gran capacidad para mentir y chantajear, subí algo de peso y me dieron el alta; pero mi relación con la comida nunca volvió a ser la misma. Cada bocado era terror, miedo a la deformidad, miedo, mucho miedo, al cambio. Logré superar aquello al cabo de año y medio, aunque seguía luchando constantemente con mi rutina alimenticia. A veces comía mucho y luego no comía nada, pero me mantenía en un peso saludable. A los 16 años conocí al que sería mi primer novio, que me dejó al año y medio por mis problemas de depresión. Mi forma de desentenderme del mundo fue dejar de comer. Pasé dos semanas preparándome para la selectividad comiendo solamente media manzana. Adelgacé tanto que no tenía fuerza para nada. Pero mejoré a los 6 meses, cuando él quiso retomar su relación conmigo. Todos mis 18 años estuvieron plagados de constantes subidas y bajadas de peso. Comencé a vomitar y a darme verdaderos atracones de comida. Nunca quería salir de casa tras eso. Se me hinchaba la cara y me sangraba la garganta. Todo me olía mal.Con 19 años comencé la carrera de Filosofía tras haber probado otra que dejé, porque no me gustaba y odiaba a la gente que allí estudiaba. Filosofía mantenía mi mente ocupada y logré mantenerme todo el año en un peso un poco más bajo de lo normal, pero sin llegar a extremos. Nunca me trataba de anorexia, me daba miedo que los médicos tomaran el control de mi relación con la comida. Y de esa manera ha ido pasando mi vida con temporadas buenas cuando mi estado anímico ha sido bueno y temporadas de mucha delgadez en momentos de depresión o euforia. Se podría decir que estuve casi dos meses comiendo sólo cerveza. En fin, ahora tengo 30 años y he estado pasando por un mal momento. He perdido peso de nuevo y no quiero que se me vaya de las manos. La forma que tengo de controlarlo es tener una rutina diaria muy marcada y comer los alimentos que me hacen sentir cómoda dentro de una dieta equilibrada. No siempre lo logro, pero la mayoría de las veces sí.
Aún así es complicado. Comer me resulta un acto impúdico. Cuando como delante de gente siento que me están juzgando y viendo gorda. Me da mucha vergüenza y eso limita mi vida social. Lo intento, pero la mayoría de veces fracaso y acabo diciendo que es que todo me sienta mal. Mi forma de estar con la comida es neurótica: no dejo que nadie me prepare nada, siempre pienso que le echan mucha grasa a todo y me es muy complicado salir de los alimentos que me hacer estar segura.
He logrado alcanzar mi peso normal, aunque fluctúo tres kilos arriba o abajo según estado de ánimo. Mi lucha contra la anorexia es mi lucha por asumir el cambio como algo natural y mi relación con la comida es mi relación con la idea del abandono. Supongo que lo que no podemos controlar dentro de nosotros lo controlamos fuera, pero de una forma lesiva.
Sinceramente, creo que esto nunca se cura, pero se puede llegar a controlar sabiendo gestionar nuestros estados de ánimo y nuestras emociones. Y para eso hace falta muuucho trabajo. Pero merece la pena.
he visto este hilo y voy a contar un poco mi experiencia por si pudiera servir de ayuda. Comencé con anorexia cuando tenía 10 años. A esa edad tuve mi primer ingreso, se me paralizó el crecimiento y el desarrollo. Todo vino a raíz de una fuerte gastroenteritis que me hizo bajar 7 kilos de golpe. Por aquellas yo ya había comenzado a desarrollarme (a edad muy temprana) y yo odiaba aquello. No me gustaba tener pechos. Me gustaba mucho jugar al fútbol y pensaba que los niños no me iban a dejar jugar cuando notaran tan abiertamente que yo era chica (jugar al fútbol y que me respetaran era una lucha constante). Como vi que al adelgazar mi desarrollo se había paralizado, quise mantenerme en ese peso y sabía que para lograrlo no debía comer. Pero se me fué de las manos. Los psicólogos me culpabilizaban y trataban como a una niña caprichosa que había decidido simplemente no comer para llamar la atención. Gracias a mi gran capacidad para mentir y chantajear, subí algo de peso y me dieron el alta; pero mi relación con la comida nunca volvió a ser la misma. Cada bocado era terror, miedo a la deformidad, miedo, mucho miedo, al cambio. Logré superar aquello al cabo de año y medio, aunque seguía luchando constantemente con mi rutina alimenticia. A veces comía mucho y luego no comía nada, pero me mantenía en un peso saludable. A los 16 años conocí al que sería mi primer novio, que me dejó al año y medio por mis problemas de depresión. Mi forma de desentenderme del mundo fue dejar de comer. Pasé dos semanas preparándome para la selectividad comiendo solamente media manzana. Adelgacé tanto que no tenía fuerza para nada. Pero mejoré a los 6 meses, cuando él quiso retomar su relación conmigo. Todos mis 18 años estuvieron plagados de constantes subidas y bajadas de peso. Comencé a vomitar y a darme verdaderos atracones de comida. Nunca quería salir de casa tras eso. Se me hinchaba la cara y me sangraba la garganta. Todo me olía mal.Con 19 años comencé la carrera de Filosofía tras haber probado otra que dejé, porque no me gustaba y odiaba a la gente que allí estudiaba. Filosofía mantenía mi mente ocupada y logré mantenerme todo el año en un peso un poco más bajo de lo normal, pero sin llegar a extremos. Nunca me trataba de anorexia, me daba miedo que los médicos tomaran el control de mi relación con la comida. Y de esa manera ha ido pasando mi vida con temporadas buenas cuando mi estado anímico ha sido bueno y temporadas de mucha delgadez en momentos de depresión o euforia. Se podría decir que estuve casi dos meses comiendo sólo cerveza. En fin, ahora tengo 30 años y he estado pasando por un mal momento. He perdido peso de nuevo y no quiero que se me vaya de las manos. La forma que tengo de controlarlo es tener una rutina diaria muy marcada y comer los alimentos que me hacen sentir cómoda dentro de una dieta equilibrada. No siempre lo logro, pero la mayoría de las veces sí.
Aún así es complicado. Comer me resulta un acto impúdico. Cuando como delante de gente siento que me están juzgando y viendo gorda. Me da mucha vergüenza y eso limita mi vida social. Lo intento, pero la mayoría de veces fracaso y acabo diciendo que es que todo me sienta mal. Mi forma de estar con la comida es neurótica: no dejo que nadie me prepare nada, siempre pienso que le echan mucha grasa a todo y me es muy complicado salir de los alimentos que me hacer estar segura.
He logrado alcanzar mi peso normal, aunque fluctúo tres kilos arriba o abajo según estado de ánimo. Mi lucha contra la anorexia es mi lucha por asumir el cambio como algo natural y mi relación con la comida es mi relación con la idea del abandono. Supongo que lo que no podemos controlar dentro de nosotros lo controlamos fuera, pero de una forma lesiva.
Sinceramente, creo que esto nunca se cura, pero se puede llegar a controlar sabiendo gestionar nuestros estados de ánimo y nuestras emociones. Y para eso hace falta muuucho trabajo. Pero merece la pena.