Hilary Jacobs Hendel,bioquímica, psicoanalista y psicoterapeuta
Tengo 57 años. Soy neoyorquina. Estoy casada y tengo dos hijos y dos hijastros. En política me parece imprescindible la igualdad para todos, sin excepción ; y la conciencia de que la salud mental de muchísimas personas está en riesgo. Creo en el amor. Somos criaturas de la tierra y estamos todos interconectados
Miedo a sentir
Tenemos miedo a sentir: un poco de tristeza, un poco de ira vale, pero ¡ay si nos embarga!, que nos den lo que sea. “Las emociones no pueden ser ignoradas sin tener consecuencias, de ahí los niveles crecientes de ansiedad y depresión en el mundo. Evitar las emociones tiene múltiples costes”, nos explica esta terapeuta con consulta en Nueva York y articulista en The New York Times , Oprah Magazine , NBC, Fox News... Hija de una familia de freudianos cuyo mantra era “la mente por encima de la materia”, conoce bien el precio de reprimir las emociones. Sufrió un par de depresiones en la treintena. Su trabajo personal y profesional la llevó a diseñar el triángulo del cambio, una brújula hacia uno mismo que explica en No siempre es depresión (Eleftheria).Enfatizamos la importancia de los pensamientos y de la razón pagando un precio muy alto.
¿Qué precio?
No darnos cuenta de lo que nos ocurre emocionalmente. No tenemos conciencia de cómo las emociones afectan a la salud física y mental.
Nos da miedo entregarnos a ellas.
Cierto. La mayoría de nosotros no sabemos cómo lidiar de manera efectiva con las emociones. En lugar de eso nos esforzamos en intentar gestionarlas mediante la evitación.
Al mal tiempo, buena cara.
Es un error. Las emociones bloqueadas causan estrés en la mente y en el cuerpo. Este estrés conduce, entre otros, a síntomas como la depresión, la ansiedad, los trastornos alimenticios, las autolesiones, las adicciones, los trastornos de personalidad, la agresividad.
Ahora todo el mundo se expresa, hay activismo, protestas, redes... y mucha depresión.
Se trata de asumir y manejar las emociones, pero para eso debemos encontrar la manera de reconocerlas y validarlas, entender qué nos está ocurriendo. No sirve de nada ni reprimirlas, ni expresarlas sin pensarlas primero.
Normalmente no sabemos qué hacer.
Tenemos que llegar a sentirnos cómodos y no asustados con la experiencia de nuestras emociones; y tenemos que tener la habilidad de controlar los impulsos sin tener que enterrarlos mediante drogas legales e ilegales.
¿Cómo reconocerlas y afrontarlas?
De entrada hay que entender que las emociones son fuerzas biológicas y por tanto no las podemos detener con el poder del pensamiento.
Ese dato es importante.
Todos lo sabemos: las emociones son fuerzas poderosas que, en un instante, se apoderan de nosotros y nos hacen sentir cosas, hacer cosas, y reaccionar de maneras que a menudo son perjudiciales. Pero si las enterramos o anestesiamos acabarán abriéndose paso.
Las emociones no son racionales.
No, son programas de supervivencia profundamente integrados en el cerebro y no sometidos al control consciente.
¿Qué propone?
El triángulo del cambio. Imagine un triángulo invertido: en las esquinas superiores tenemos las emociones inhibitorias y las defensas, y abajo las emociones fundamentales.
Vayamos por partes.
Las emociones fundamentales (pena, tristeza, miedo, ira, culpa, vergüenza y excitación), detonadas por eventos dentro o fuera de la persona, suben hacia arriba para ser sentidas, experimentadas, reconocidas y expresadas. Nos dicen qué queremos, qué necesitamos, qué nos gusta y qué no nos gusta.
¿Y cuáles son las emociones inhibitorias?
Las que como la ansiedad, la vergüenza y la culpa bloquean las emociones fundamentales: no lloro porque me da vergüenza. Son un mecanismo de seguridad para evitar que las emociones nos desborden.
Y nos defendemos como podemos.
Eso es. Las defensas son la manera que tiene la mente de protegernos del dolor emocional y de que nos sobrepasen los sentimientos, pero mantener comportamientos defensivos requiere una energía que, de otra forma, podría estar disponible para otras conductas vitales.
Las emociones tienen un ciclo.
Son como una ola: suben, culminan y bajan. Si este movimiento no tiene impedimentos nos sentimos bien. Pero si nos da miedo sufrir y bloqueamos la emoción mediante un copazo, un ansiolítico o distracciones, la tensión y la ansiedad se acumula y se distorsionan nuestros pensamientos.
Entendido.
Toda nuestra vida rota alrededor de ese triángulo. Las emociones son la brújula para dirigirnos en nuestro camino y relaciones. Si no tenemos acceso a ellas no sabemos qué es lo que de verdad estamos necesitando en ese momento.
Póngame un ejemplo cotidiano.
Cuando uno de mis hijos me dice algo que me daña, en lugar de irme a la cabeza y empezar a darle vueltas tal y como solía hacer, ponerme tensa y reaccionar diciendo cosas estúpidas que dañan nuestra relación, voy a mi cuerpo.
¿Qué significa eso?
Hago un escáner de los pies a la cabeza para poder nombrar las emociones que me han impactado. Y lo primero que detecto es que tengo muchas emociones al mismo tiempo.
¡Incluso contradictorias!
Sí, siento tristeza, rabia y también amor por mis hijos. Saberlo me evita la reacción. Luego, con calma, pienso cómo quiero responder a eso.
Un buen aprendizaje.
Que mejora con la práctica. El secreto está en sentir la emoción en el cuerpo, porque el propósito de la emoción es detonar una acción y preparar nuestro cuerpo para dicha acción, y esa acción siempre es adaptativa. Intente siempre saber en qué esquina del triángulo está y qué emociones subyacen.
Lo intentaré.
Entienda que las emociones simplemente son. Juzgarse a sí mismo no es útil. Creer que podemos parar las emociones para que no sucedan es falso. En lugar de eso, adéntrese, conozca qué está experimentando.
La Contra: “Las emociones son fuerzas biológicas, no las detiene la mente”
Tengo 57 años. En política me parece imprescindible la igualdad para todos, sin excepción ; y la conciencia de que la salud mental de muchísimas personas está en riesgo
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